Zapatos

NN: ¡Pero mira esa cara de zapato de secundaria! Si no fuera por los tacos…

BN: Tútienes cara de nada.Eres un negro muy convencional… Aburrido.

NN: La personalidad de un zapato no tiene que ver con la apariencia sino con el uso.

BN:[Agacha la punta del zapato para demostrar su preocupación] Yo tengo cara de zapato de secundaria pero no me llevan a la secundaria. Mi apariencia poco ordinaria seguro atrae más miradas que la tuya, pero no puedo hablar de uso. De eso sé muy poco.

NN: ¿Y adónde te han llevado?

BN: Lo que hace un zapato solo lo debe saber su suela y su dueño.

NN: [Silencio] Ni modo. Me parece que eres un zapato interesante, si fuera zapato de hombre, creo que me iría contigo.

BN: ¿Y no decías que tengo cara de zapato de secundaria?

NN: Sí, pero nunca dije que eso fuera algo malo.

BN: Sonó así.

NN: ¿Te sacan a bailar seguido?

BN: No, es mi primera noche. Justo porque la gente dice que tengo cara de zapato de secundaria estas piernas no se atreven sacarme. Es mi primera noche afuera.

NN: Es una noche especial entonces.

BN: No lo sé. Creo que estas son unas malas piernas. Los otros zapatos del armario nunca cuentan nada interesante cuando llegan de la calle.

NN: Y eso qué...

BN: Que yo debería ser quien ponga el ejemplo con una buena anécdota. [Pausa] Y a ti, ¿por lo que cuentas seguro te sacancon frecuencia?

NN: Bastante seguido, pero como tú dijiste soy un zapato negro ordinario. Esta será otra de las tantas noches ordinarias… [Suspiró.] Sin eventos extraordinarios.

BN:La verdad yo no he pisado mucho pero soy de la idea de que los zapatos ponemos un toque. Aunque en el fondo… [los zapatos se recogen para atrás] todo depende de estos estúpidos pies y piernas, o sea, del dueño, comprardor, dígase como quiera.

NN: Ya lo he pensado y tienes razón. Eso me deja mucho que desear, quizás en un mercado de pulgas me va mejor.

BN: [Silencio] Lo siento mucho por ti. Qué poco esperas de la vida.

NN: [Levanta ligeramente los dos tacos en un gesto que equivale a levantar los hombros] Bueno, ahora cuéntame, ¿tú de dónde eres?

BN: [Sacudiendo la zuela] Yo vengo de París, de Place Vendome.

NN: Guapo… Pues yo soy de una tienda de chinos. Ya veo que eres de los extranjeros, pero sin acento. ¿Te criaron aquí?

BN: Ajá.

NN: Yo digo que te deberían sacar más provecho.

BN: Ya veré después de esta noche. Es mi primera vez. Ojalá estas piernas me dejaran olvidada en alguna casa para conocer a otro par de zapatos de otras piernas que no sean estas.

NN: Yo ya he estado en otras casas, fuera de la mía. No te pierdes de mucho. Por lo general como eres del sexo pero no de la calidad apropiada te dejan arrinconado en la habitación hasta que tu dueña regresa por ti. Y eso puede tardar semanas, meses o incluso puedes no regresar nunca.

BN: Mejor. Talvez así encuentro nuevaspiernas en lugar de ir a parar a un mercado de pulgas.

NN: No te creas. Yo conozco a algunos zapatos que vienen de mercados de pulgas y me han contado que les va mejor siendo de segunda mano que de primera.

BN:¿Hablas en serio? ¡Qué poca dignidad!Preferiría que me arranquen la suela.

Somniloquio

Conversaba con ella que estaba dormida. Tenía la costumbre; no, la costumbre es conciente -y conveniente para quien la posee-. Entonces el hábito, tampoco. Lo hacía con frecuencia, eso era todo. Ella hablaba durante sus sueños, nada extraordinario, pero lo curioso ocurrió una noche, más bien la otra chica lo descubrió una noche en particular, porque ese hecho curioso siempre había existido pero nadie le había sacado provecho. Hacia dos horas que se había quedado dormida mientras la otra (la despierta) se pintaba las uñas con esmalte púrpura. La televisión seguía encendida con Al Pacino en la pantalla diciendo ‘say hello to my little friend’, pero ninguna de la dos se había entusiasmado con la euforia del personaje. La dormida porque se había quedado dormida antes de que empezara la película y la despierta porque antes de pintarse había estado hablándole al teléfono.

Algunas personas se estremecen durante los sueños, patean las sábanas dejando el torso descubierto y, mientras fruncen el seño empiezan a pronunciar –en algunos casos es un simple balbuceo- palabras que viajan directamente desde el universo onírico hasta la boca del soñante. Una vez que el soñante se convierte en un hablante estúpido y sonámbulo que murmura por las noches, lo más probable es que sea objeto de reclamos o de burlas: tápate la boca, estás hablando, no me dejas dormir, qué dijiste, que la peluquera se retrasó, qué hablas… Y entonces llegan las risas, y el soñante se despierta y acaba por reconocer la posición ridícula que le ha tocado asumir. El problema es que hay un línea delgada que separa al habla soñante del habla conciente y, por desgracia, casi nunca están conectadas, es decir, la primera no sabe de la existencia de la otra y viceversa. Por eso, son pocas las veces que el soñante recuerda las palabras dichas durante el sueño. Inclusive, algunos entran en negación: qué dije qué cosa, no, estás loco, en serio, eso no dije, no, no te creo…

La dormida había sido, en repetidas ocasiones, objeto de burla de la despierta quien sufría de insomnio y, para su fortuna, era muda durante los sueños. Todas las noches la dormida llevaba a cabo su rutina: pateaba las sábanas, el torso le quedaba descubierto, movía lentamente la cabeza de izquierda a derecha y luego decía cosas sin sentido aparente: no, el zorro está atrás del arbolito de navidad bailando salsa. Qué dijiste, preguntaba la despierta. Que el zorro está escondido atrás del arbolito de navidad, contestaba la dormida. La despierta meditaba sobre lo que iba a decir a continuación: y qué hace ahí el zorro. No sé, yo creo que es la mascota del vecino. Cuando la despierta reía, los ojos de la dormida quedaban entreabiertos y no decía nada hasta que, después de unos segundos, volvían a cerrarse por completo. La despierta se acomodaba en su cama con una novela de Coelho –posiblemente recomendada-. No se enganchaba con la lectura, no se enganchaba con la televisión ni con internet. No tenía una vida social muy activa y a esas horas era muy tarde para llamar a una amiga, entonces por inercia pasaba las páginas en un ejercicio de lectura incomprensiva. La dormida retomaba: Y nos tomamos unos tragos en la casa de tu primo. ¿De quién?, preguntaba la despierta. De tu primo Esteban, las sábanas estaban a punto de caer al piso. Yo no tengo ningún primo Esteban. ¿De quién es esa voz?, la dormida hablaba con la cara vuelta hacia la pared. Mía, decía la despierta. Quién eres tú, dónde estás. A la despierta no le interesaba sacar mayor provecho de esos diálogos reales-oníricos que apenas se iniciaban –no les veía potencial- y entonces soltaba alguna carcajada en volumen alto que le ponía fin al sueño de la dormida. Ella abría los ojos abruptos y se quedaba viendo a la despierta que seguía risueña y mirándola sorprendida. ¿Qué paso? No sé, contestaba, creo que estabas soñando y empezaste a hablar, me voy a dormir, hasta mañana.

 

Nos está siguiendo, dijo la dormida en la noche del hallazgo. ¿Quién?, preguntó la despierta interrumpiendo una nueva sesión de manicure. No sé es un tipo vestido de negro, se quedó allá en la tienda, seguramente la dormida habría señalado discretamente en el sueño. Pero tú donde estás, preguntó la despierta. Aquí frente a la peluquería, ¿no me ves? No, no te veo, respondió mientras tapaba el frasquito de esmalte. Pero quién eres tú, solo te escucho la voz, no te veo, dónde estás. No me vas a ver, no importa, yo estoy en el techo. Qué voy a hacer, ¡nos está persiguiendo! Y tú con quien estás, no veo a la otra persona. Es mi hermano está allá en la esquina, la dormida tenía miedo en el sueño y en la cama se retorcía con una mueca en la cara. Creo que vamos a seguir caminando, ¿tú vienes?, preguntó la dormida a la voz de la despierta. Si yo los sigo, rió apenas, desde acá arriba. Gracias, entonces la dormida empezó a caminar en el sueño y por un rato se quedó callada. Justo antes de que la despierta volviera al esmalte la dormida la llamó: sigues ahí. Sí. No te vayas por favor, mi hermano y yo no sabemos para dónde ir y el tipo nos está siguiendo otra vez, capaz tu que ves desde arriba nos indicas mejor. Por donde están, la despierta empezó a hacerse su propia escena de thriller, ya no los veo. Se puso de pie con cuidado de no despertarla y se acuclilló junto a la cama. En una calle oscura pero al fondo se ve una boca en inmensa de luz, yo creo que es una iglesia. Anda para allá entonces, pero no corras. Oye, mi hermano dice que no te escucha, ¿por qué yo si te escucho? No sé capaz que el se está quedando sordo, por dónde van. Hay muchos carros negros y en los portales se ven unos crucifijos patas arriba, espérate, mi hermano ya no está. Cómo es tu hermano a ver si lo encuentro. Está vestido de celeste con una gorra verde, creo. ¿Lo ves? No, no lo veo, pero tú sigue no más, ¿el tipo sigue atrás tuyo? Sí, ¡y si se llevó a mi hermano! Por lo menos tú sálvate, esta vez la risa venía con más fuerza. Oye me parece que la boca de luz se está alejando cada vez más. No, es tu idea, cada vez estamos más cerca, sigue avanzando, yo te alcanzo cuando llegues a la boca de luz. ¡Qué!, ¿ya te vas? No yo sigo aquí no puedo ir a ningún lado, en verdad estoy al lado tuyo, tu sigue no más. Bueno, dijo la dormida, no quiero mirar atrás, me da miedo que el tipo esté más cerca. No mires, avanza. Los pies de la dormida empezaron a sacudirse por encima de la sábana y la boca le quedó entreabierta pero ya no decía nada. Oye, llamó la despierta, ¿sigues avanzando? Sí, pero siento los pasos cerquita, ahora susurraba, no me hagas hablar, se va a dar cuenta de que estoy hablando con alguien. Está bien, pero dime cuando llegues a la boca de luz. La despierta empezó a menar la mano y soplarse las uñas para secarse el esmalte. Oye esta boca de luz es un centro comercial gigante, el tipo se fue, ya no lo veo. ¿Qué tiendas hay?, preguntó la despierta pero tuvo que esperar un rato más hasta que le contestara. No sé, me metí en una de ropa deportiva, hay unos tipos con caretas de Correa que andan disparando metralletas con globos que parecen de agua pero en verdad es veneno, yo creo que matan. ¿Estas segura?, por poco se le escapa la carcajada. Son unas caretas de Correa. Pausa. Oye creo que sí vi una capilla al fondo del edificio, pero está muy lejos, no puedo llegar. Tienes que llegar, le dijo, creo que esa es la salida, no hay más puertas. ¿Y tú como sabes?, inquirió la dormida. Hazme caso, vamos corriendo. Silencio. Silencio. Por un rato dejaron de hablar. La dormida se rascó la naríz y esta vez le temblaba un poco la mano. ¿Sigues en el centro comercial? ¡Sh!, me acaban de coger los tipos de las caretas, me encerraron con mi hermano en una bodega, espérate que ahí vienen. 

La despierta aguardaba mientras veía como el esmalte concho de vino se iba secando sobre los dedos que había alcanzado a pintar. Qué haces ahí, preguntó la dormida que se había despertado y encontró a la despierta acuclillada junto a su cama. Tenía los ojos abiertos como dos platos y se había incorporado en la cama. La despierta miró debajo de la cama para fingir, se me rodó el esmalte debajo de la cama, ¿te pasa algo? Tuve una pesadilla horrible pero por suerte me desperté en la peor parte, dijo. Sí, y estabas hablando dormida. Me cortaste en la mejor parte.


*De acuerdo con la psiquiatría, un somniloquio es un trastorno del sueño que se caracteriza por la emisión de palabras, vocablos o frases cortas poco inteligibles durante el sueño nocturno sin el conocimiento del sujeto. Adj. somnílocuo, cua

Juguemos al cíclope

En la sala de espera del médico, en el carro para movernos de norte a sur, frente al computador cuando la memoria RAM esta al borde del suicidio o cuando en la cama el sueño no nos deja dormir; no hace falta malgastar el tiempo. En lugar de agarrar la primera revista que esté al alcance, escuchar y tararear la última canción de reggaeton que suena en la radio, ir a dar una vuelta y conversar con los colegas o contar ovejas que saltan cercas, es preferible agarrar el celular –con conexión a Internet-. No para jugar Tetrix, Brick, o revisar el último update de los contactos de Facebook, sino para leer algún cuento. Aunque las letras son más pequeñas y a los ojos les costará un gran esfuerzo, puede ser una alternativa entretenida para quienes disfrutamos de la literatura (en cualquier momento y contexto). Solo hace falta googlear el título o autor de nuestro interés. Por ejemplo: cuentos Julio Cortázar, cuentos Juan Rulfo, cuentos César Aira, cuentos Juan Carlos Onetti, cuentos...

Anoche –precisamente sufriendo de insomnio- se me ocurrió releer por vigésima quinta vez (en realidad no he llevado la cuenta) el capítulo número siete de Rayuela, capítulo que digerí incluso antes de devorar la novela completa. Y en ese fragmento reviví a Oliveira y a la Maga y reviví a Cortázar, y en cada relectura creo que soy capaz de encontrar una nueva imagen que golpea con más fuerza, más de cerca. En esta oportunidad la visión de los cíclopes se clavó hasta que por fin conseguí dormir, no sin antes leer algún cuento del maestro, La isla a mediodía, que también recomiendo leer –para aquellos que no lo conozcan-.

Hago un copy-paste del capítulo siete –seguramente muchos ya lo conocen casi de memoria-, para ver qué nuevas imágenes les trae a ustedes.



Yo-cíclope
Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Rayuela, Julio Cortázar

Tampico

Tras años de haber cortado relaciones con cualquier programa de Adobe (antes me defendía bastante bien con el Photoshop e Illustrator), me he dado licencia para experimentar con ellos una vez más, pero esta vez en un intento de combinar a las palabras con el componente visual. 

En vivo y directo, desde la cotidianidad
A las 11h00 de un día laborable suelo escapar de mi escritorio para dar una vuelta, estirar las piernas, comer un pan, tomar un Tampico... Un Tampico, justo hoy se me ocurrió arrancar y escanear la etiqueta.

Aquí está el resultado de mi primer experimento -que por cierto es bastante artesanal, en términos photoshopistas-.

Haz clic para agrandar la imagen.

Bienvenu

Un espacio privado para compartir con lectores invisibles.