Somniloquio

Conversaba con ella que estaba dormida. Tenía la costumbre; no, la costumbre es conciente -y conveniente para quien la posee-. Entonces el hábito, tampoco. Lo hacía con frecuencia, eso era todo. Ella hablaba durante sus sueños, nada extraordinario, pero lo curioso ocurrió una noche, más bien la otra chica lo descubrió una noche en particular, porque ese hecho curioso siempre había existido pero nadie le había sacado provecho. Hacia dos horas que se había quedado dormida mientras la otra (la despierta) se pintaba las uñas con esmalte púrpura. La televisión seguía encendida con Al Pacino en la pantalla diciendo ‘say hello to my little friend’, pero ninguna de la dos se había entusiasmado con la euforia del personaje. La dormida porque se había quedado dormida antes de que empezara la película y la despierta porque antes de pintarse había estado hablándole al teléfono.

Algunas personas se estremecen durante los sueños, patean las sábanas dejando el torso descubierto y, mientras fruncen el seño empiezan a pronunciar –en algunos casos es un simple balbuceo- palabras que viajan directamente desde el universo onírico hasta la boca del soñante. Una vez que el soñante se convierte en un hablante estúpido y sonámbulo que murmura por las noches, lo más probable es que sea objeto de reclamos o de burlas: tápate la boca, estás hablando, no me dejas dormir, qué dijiste, que la peluquera se retrasó, qué hablas… Y entonces llegan las risas, y el soñante se despierta y acaba por reconocer la posición ridícula que le ha tocado asumir. El problema es que hay un línea delgada que separa al habla soñante del habla conciente y, por desgracia, casi nunca están conectadas, es decir, la primera no sabe de la existencia de la otra y viceversa. Por eso, son pocas las veces que el soñante recuerda las palabras dichas durante el sueño. Inclusive, algunos entran en negación: qué dije qué cosa, no, estás loco, en serio, eso no dije, no, no te creo…

La dormida había sido, en repetidas ocasiones, objeto de burla de la despierta quien sufría de insomnio y, para su fortuna, era muda durante los sueños. Todas las noches la dormida llevaba a cabo su rutina: pateaba las sábanas, el torso le quedaba descubierto, movía lentamente la cabeza de izquierda a derecha y luego decía cosas sin sentido aparente: no, el zorro está atrás del arbolito de navidad bailando salsa. Qué dijiste, preguntaba la despierta. Que el zorro está escondido atrás del arbolito de navidad, contestaba la dormida. La despierta meditaba sobre lo que iba a decir a continuación: y qué hace ahí el zorro. No sé, yo creo que es la mascota del vecino. Cuando la despierta reía, los ojos de la dormida quedaban entreabiertos y no decía nada hasta que, después de unos segundos, volvían a cerrarse por completo. La despierta se acomodaba en su cama con una novela de Coelho –posiblemente recomendada-. No se enganchaba con la lectura, no se enganchaba con la televisión ni con internet. No tenía una vida social muy activa y a esas horas era muy tarde para llamar a una amiga, entonces por inercia pasaba las páginas en un ejercicio de lectura incomprensiva. La dormida retomaba: Y nos tomamos unos tragos en la casa de tu primo. ¿De quién?, preguntaba la despierta. De tu primo Esteban, las sábanas estaban a punto de caer al piso. Yo no tengo ningún primo Esteban. ¿De quién es esa voz?, la dormida hablaba con la cara vuelta hacia la pared. Mía, decía la despierta. Quién eres tú, dónde estás. A la despierta no le interesaba sacar mayor provecho de esos diálogos reales-oníricos que apenas se iniciaban –no les veía potencial- y entonces soltaba alguna carcajada en volumen alto que le ponía fin al sueño de la dormida. Ella abría los ojos abruptos y se quedaba viendo a la despierta que seguía risueña y mirándola sorprendida. ¿Qué paso? No sé, contestaba, creo que estabas soñando y empezaste a hablar, me voy a dormir, hasta mañana.

 

Nos está siguiendo, dijo la dormida en la noche del hallazgo. ¿Quién?, preguntó la despierta interrumpiendo una nueva sesión de manicure. No sé es un tipo vestido de negro, se quedó allá en la tienda, seguramente la dormida habría señalado discretamente en el sueño. Pero tú donde estás, preguntó la despierta. Aquí frente a la peluquería, ¿no me ves? No, no te veo, respondió mientras tapaba el frasquito de esmalte. Pero quién eres tú, solo te escucho la voz, no te veo, dónde estás. No me vas a ver, no importa, yo estoy en el techo. Qué voy a hacer, ¡nos está persiguiendo! Y tú con quien estás, no veo a la otra persona. Es mi hermano está allá en la esquina, la dormida tenía miedo en el sueño y en la cama se retorcía con una mueca en la cara. Creo que vamos a seguir caminando, ¿tú vienes?, preguntó la dormida a la voz de la despierta. Si yo los sigo, rió apenas, desde acá arriba. Gracias, entonces la dormida empezó a caminar en el sueño y por un rato se quedó callada. Justo antes de que la despierta volviera al esmalte la dormida la llamó: sigues ahí. Sí. No te vayas por favor, mi hermano y yo no sabemos para dónde ir y el tipo nos está siguiendo otra vez, capaz tu que ves desde arriba nos indicas mejor. Por donde están, la despierta empezó a hacerse su propia escena de thriller, ya no los veo. Se puso de pie con cuidado de no despertarla y se acuclilló junto a la cama. En una calle oscura pero al fondo se ve una boca en inmensa de luz, yo creo que es una iglesia. Anda para allá entonces, pero no corras. Oye, mi hermano dice que no te escucha, ¿por qué yo si te escucho? No sé capaz que el se está quedando sordo, por dónde van. Hay muchos carros negros y en los portales se ven unos crucifijos patas arriba, espérate, mi hermano ya no está. Cómo es tu hermano a ver si lo encuentro. Está vestido de celeste con una gorra verde, creo. ¿Lo ves? No, no lo veo, pero tú sigue no más, ¿el tipo sigue atrás tuyo? Sí, ¡y si se llevó a mi hermano! Por lo menos tú sálvate, esta vez la risa venía con más fuerza. Oye me parece que la boca de luz se está alejando cada vez más. No, es tu idea, cada vez estamos más cerca, sigue avanzando, yo te alcanzo cuando llegues a la boca de luz. ¡Qué!, ¿ya te vas? No yo sigo aquí no puedo ir a ningún lado, en verdad estoy al lado tuyo, tu sigue no más. Bueno, dijo la dormida, no quiero mirar atrás, me da miedo que el tipo esté más cerca. No mires, avanza. Los pies de la dormida empezaron a sacudirse por encima de la sábana y la boca le quedó entreabierta pero ya no decía nada. Oye, llamó la despierta, ¿sigues avanzando? Sí, pero siento los pasos cerquita, ahora susurraba, no me hagas hablar, se va a dar cuenta de que estoy hablando con alguien. Está bien, pero dime cuando llegues a la boca de luz. La despierta empezó a menar la mano y soplarse las uñas para secarse el esmalte. Oye esta boca de luz es un centro comercial gigante, el tipo se fue, ya no lo veo. ¿Qué tiendas hay?, preguntó la despierta pero tuvo que esperar un rato más hasta que le contestara. No sé, me metí en una de ropa deportiva, hay unos tipos con caretas de Correa que andan disparando metralletas con globos que parecen de agua pero en verdad es veneno, yo creo que matan. ¿Estas segura?, por poco se le escapa la carcajada. Son unas caretas de Correa. Pausa. Oye creo que sí vi una capilla al fondo del edificio, pero está muy lejos, no puedo llegar. Tienes que llegar, le dijo, creo que esa es la salida, no hay más puertas. ¿Y tú como sabes?, inquirió la dormida. Hazme caso, vamos corriendo. Silencio. Silencio. Por un rato dejaron de hablar. La dormida se rascó la naríz y esta vez le temblaba un poco la mano. ¿Sigues en el centro comercial? ¡Sh!, me acaban de coger los tipos de las caretas, me encerraron con mi hermano en una bodega, espérate que ahí vienen. 

La despierta aguardaba mientras veía como el esmalte concho de vino se iba secando sobre los dedos que había alcanzado a pintar. Qué haces ahí, preguntó la dormida que se había despertado y encontró a la despierta acuclillada junto a su cama. Tenía los ojos abiertos como dos platos y se había incorporado en la cama. La despierta miró debajo de la cama para fingir, se me rodó el esmalte debajo de la cama, ¿te pasa algo? Tuve una pesadilla horrible pero por suerte me desperté en la peor parte, dijo. Sí, y estabas hablando dormida. Me cortaste en la mejor parte.


*De acuerdo con la psiquiatría, un somniloquio es un trastorno del sueño que se caracteriza por la emisión de palabras, vocablos o frases cortas poco inteligibles durante el sueño nocturno sin el conocimiento del sujeto. Adj. somnílocuo, cua

1 comentarios:

El Guardián 14 de agosto de 2009, 11:00  

jajaja me siento completamente identificado con esa historia. Despierto apenas puedo escribir media pagina pero si pudiese escribir mientras duermo de seguro podria escribir un best seller ajaja

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